jueves, 28 de abril de 2011

CRÓNICA RETROSPECTIVA DEL CARNAVAL DE GUALEGUAYCHU

Desde fines del siglo 19 Gualeguaychú, como otros pueblos de la provincia, tuvo en su carnaval, la máxima expresión de alegría y diversión colectiva. En un principio, el corso se desarrollaba por las tardecitas, ya que la ciudad no contaba con adecuada iluminación (la energía eléctrica recién vino en 1907).- En las primeras décadas del siglo pasado, el corso, que se extendía por calle 25 de Mayo desde Rocamora hasta Mitre, alcanzaba un esplendor comparable al actual.- El paso por dicha arteria, se hacía de ida y vuelta. Los palcos instalados por las familias tradicionales cubrían las veredas de todo el circuito, casi sin separación entre unos y otros. Sus dueños competían para tener el palco mejor engalanado e iluminado. Numerosos carruajes poblaban el circuito llevando a las niñas más bonitas, con sus trajes de fantasía. Era tal la cantidad de serpentina y papel picado utilizado en todo el trayecto, que a menudo los cocheros debían detener la marcha para desatascar los ejes.
Los jóvenes intercambiaban con las niñas los clásicos ramitos de flores, lo que muchas veces servía como pretexto para iniciar una relación. En ese marco apoteótico de las primeras décadas, una de las atracciones más célebres, ha sido sin duda, la Comparsa de Nerón. Representaba al emperador romano, con toda su corte, guerreros, poetas y era tal la cantidad de integrantes, que cuando la primera escuadra iba llegando a la calle España, la última recién estaba saliendo de Rocamora, es decir más de cuatro cuadras y de 200 integrantes. Sólo una escuadra, ocupaba una cuadra entera del circuito: era la de los guerreros romanos, montados en caballos blancos. Su creador fue Abelardo Devoto, aficionado a la música y a los temas clásicos y su hojalatería de la calle Churruarín servía como centro de trabajo de la comparsa.

Alrededor de 1930, se construye en el centro de la ciudad, una enorme pasarela de madera que se extendía por encima del circuito entre ambas veredas de la 25 de Mayo y en cuya parte superior actuaban las orquestas, murgas y conjuntos. En las décadas siguientes, años 30 y 40, se impusieron las murgas tradicionales, que al igual que las uruguayas de hoy día, cantaban sus propias canciones (eran autoras de sus letras) que contenían numerosas apreciaciones y críticas sobre temas sociales y de actualidad. Los cánticos ocurrentes y la gracia de los escoberos, diablos y demás figuras, otorgaban atractivo a las numerosas agrupaciones que venían al centro desde todos los barrios. Por entonces, estos conjuntos se formaban en la periferia de la ciudad y no contaban con presencias femeninas. En las décadas siguientes, la irrupción de las murgas con cornetas de caña y papel, enterró a las ingeniosas y divertidas murgas cantadas, con lo que el corso comenzó a languidecer lentamente.

Para mediados de la década del 70, parecía que el carnaval de Gualeguaychú nada más tenía para ofrecer. Y por si algo faltaba para restarle atractivo, numerosos juegos -además del de agua- habían derivado en violencia, por lo que poco a poco, las familias se iban alejando de nuestros corsos. ¿Qué es lo que operó la transformación asombrosa que llevó a nuestro carnaval al rango de los más deslumbrantes del país?

Varios factores: en primer lugar, en Gualeguaychú se celebra desde 1959, un desfile de carrozas estudiantiles. Participando en él, nuestros estudiantes con espíritu creativo, aprenden a diseñar, pintar, decorar, armar, soldando, iluminando, y en general, creando obras magníficas para lo que aprovechan elementos constructivos que la gente les regala o simplemente tira por inútiles. Es decir, que la mayor parte de los gualeguaychuenses de 60 años para abajo, alguna vez ha hecho carrozas o ayudado en las mismas. Esto, con el paso de los años, le ha dado a Gualeguaychú una especie de profesionalidad colectiva, que algún día habría de manifestarse en otra forma. Y entonces aparece en el tiempo, la unión de las circunstancias que hicieron posible a ese pueblo artístico y talentoso expresarse y proyectarse en algo más trascendente.

En 1978 el comerciante Luis E. Daroca por entonces propietario de un supermercado que se encontraba en 25 de Mayo y Caseros, propone una nueva forma de organizar nuestros corsos. El mismo Ike Daroca, había financiado en los años anteriores, la comparsa que llevaba el nombre del supermercado y a la vez su propio apellido (Daroca) al revés: Acorad. La Comparsa Acorad había sido un éxito resonante porque revolucionó nuestros tradicionales corsos en los que predominaban las viejas murgas. Pero el esfuerzo financiero difícil de sobrellevar, más la creciente de ese año 78 que inundó su negocio, hicieron que Daroca desistiera de continuar. Sin embargo, su experiencia le había permitido comprender que si queríamos mejorar el nivel del carnaval, había que organizarlo de otra forma. En primer lugar, proponía que se cobrara una entrada. Hasta entonces los corsos eran gratis. Y proponía que la recaudación fuera para los que presentaran espectáculos. Y para ello, al corso debían organizarlo los propios actores. Y para que no se transformara en una realización meramente lucrativa exigía que quienes presentaran espectáculos y organizaran el carnaval, no fueran personas particulares sino instituciones. El Intendente era por entonces el Ingeniero Isidoro Etchebarne (Balucho) y aceptó la modificación, por lo que se llamó a todas las instituciones y entre varias de ellas -eran 16 originariamente- se formó la primera comisión de carnaval, bajo la nueva organización.
Al primer corso lo organizaron en 1979. Entre ese año y el siguiente empezó a levantarse el nivel. Influyó en su favor que esta nueva Comisión de Carnaval trajo muchas comparsas de prestigio, como las de Corrientes, otras de Brasil, C del Uruguay y Gualeguay. Ello produjo un efecto de contagio. El gran estallido se produjo en 1981, en cuyos corsos las propias comparsas de Gualeguaychú, dieron un salto en la elevación de su calidad que alcanzó de golpe un brillo muy cercano al actual. Pero antes de 1981 ya habían nacido algunas de esas comparsas, como Papelitos del Oeste (1977) y O’ Bahía (1980). En 1981 aparecen las restantes: Marí Marí, Kamarr y Ara Yeví.

GENTILEZA DE www.carnavaldelpais.com.ar

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